miércoles, 4 de junio de 2008

La vida, el tiempo y la muerte

El ser humano se encuentra en una lucha constante por entenderse a sí mismo, al no poder hacerlo ha tenido que refugiarse en sus teorías y descubrimientos tratando con ello de justificar su conducta a lo largo de los años; así ha creado la inteligencia artificial, para buscar comprender un poco la forma en que funciona la mente; ha inventado los viajes espaciales, para hurgar sobre su posible origen dentro del universo; ha hecho modelos matemáticos, que tratan de encerrar las leyes de la naturaleza en unas cuantas fórmulas; ha escrito poemas, buscando enmascarar sus deseos violentos con palabras bellas; ha jugado a la guerra, para demostrarse a sí mismo lo frágil que es...
De esta forma ha pasado su existencia, errando en la esperanza de satisfacer su alma con axiomas y teoremas. A lo largo de la historia el hombre ha explorado un sin fin de temas, sin embargo todos parecen apuntar hacia un lugar común, la explicación de conceptos como: la vida, el amor y la muerte, los cuales de alguna forma implican al tiempo.

La naturaleza tiende al equilibrio, una antigua leyenda cuenta que los seres vivos fueron formados por los dioses con los mismos elementos que componen al fuego y a la tierra, una vez que fueron creados se encomendó a Prometeo y a Epimeteo la tarea de repartir habilidades a todas las especies. Epimeteo quiso hacer el trabajo solo y persuadió a Prometeo para que no interviniera. De esta forma Epimeteo otorgó distintas cualidades a los animales; a unos los hizo veloces y pequeños, a otros grandes y resistentes, a otros más los dotó de garras y a otros de pieles gruesas, siempre buscando el equilibrio para que ninguna especie desapareciera a causa de una desventaja física. Ya que estuvo terminado el trabajo Epimeteo notó que había olvidado al hombre. Prometeo, al ver que el ser humano estaba condenado a extinguirse en poco tiempo, robó la ciencia y el fuego a los dioses para dárselos a los hombres.
A pesar de dichos regalos los humanos eran presas fáciles porque no sabían cómo organizarse, entonces Zeus se compadeció de ellos y les dio el arte de la política para que pudieran vivir en sociedad, gracias a ello la especie humana pudo sobrevivir.

Los polos opuestos se atraen, basta tomar dos imanes para comprobar dicha afirmación. La naturaleza necesita de las diferencias para continuar existiendo; gracias a una diferencia de potencial eléctrico, tenemos un flujo de electrones; debido a alturas distintas, existe la energía potencial y podemos observar magníficas cascadas; a causa del contraste de ideas, el hombre ha podido desarrollar su intelecto. Sin embargo los conceptos contrarios parecen no estar de acuerdo con los intereses de aquel que tiene el poder, de esta forma se busca llegar a un equilibrio nefasto en el cual las cosas son iguales, los pensamientos son los mismos y los sentimientos están impuestos por una sociedad que no busca evolucionar sino únicamente mantenerse a flote. El hombre ha desarrollado inconscientemente un mecanismo de defensa para evitar sentirse aislado y por ello busca que el mundo que lo rodea sea parecido a él, a pesar de que ello asegure su paulatina destrucción.
Por otro lado el juego de los contrarios podría haber originado la idea de un tiempo que fluye, porque para pasar de un estado a otro hace falta un puente cuya construcción escapa a los sentidos. La realidad que percibimos es como es debido a la forma en la cual estamos constituidos; diría Descartes que si el hombre tuviera un solo ojo el mundo sería plano. Gracias a que cada ojo capta una imagen distinta podemos ver los objetos en tres dimensiones. De la misma manera, porque gozamos de libertad para pensar, el mundo tiene un número ilimitado de realidades.
La ignorancia que tenemos acerca de la sustancia del tiempo nos hace ligarlo con el espacio, del cual nuestros sentidos dan razón, de esta forma la idea del tiempo se debe a un sin número de imágenes contrastadas en nuestras mentes. Si es posible que existan una infinidad de realidades o perspectivas del espacio, también es factible pensar en un transcurrir infinito del tiempo.

El ritmo es inherente a los objetos; cuando se aplica un voltaje alterno a un cristal de cuarzo se producen vibraciones mecánicas las cuales tienen una frecuencia resonante natural que depende del cristal, gracias a este efecto existen los relojes de cuarzo los cuales proporcionan una gran exactitud. Esta propiedad
también se puede ver en aquel experimento en donde un cantante al alcanzar un tono muy alto rompe una copa de cristal, lo cual se debe a que la voz ha igualado la frecuencia natural del recipiente.
Los ejemplos nos muestran que cualquier sistema; ya sea un cristal de cuarzo, un radio, una copa de vino, o incluso el ser humano, tienen una frecuencia natural intrínseca.
Cuando un sistema es excitado con su misma frecuencia natural tiende a la destrucción o al equilibrio dentro del caos. Cada hombre tiene un ritmo propio ligado íntimamente a su persona, eso explicaría los gustos musicales y las habilidades para el baile. Dicho ritmo o frecuencia natural o sentido del tiempo, depende del estado de ánimo, quizá por ello sentimos que el tiempo transcurre muy lento cuando estamos ansiosos o muy rápido cuando nos encontramos emocionados.
La percepción que tenemos de lo que nos rodea también lleva implícito un ritmo. El ojo no puede captar imágenes con frecuencias mayores a 60 Hz; el oído es incapaz de escuchar sonidos con frecuencias menores a 20 Hz o mayores a 20000 Hz; la voz se encuentra dentro de un intervalo de frecuencias que abarca desde los 300 Hz hasta los 3300 Hz. La naturaleza ha limitado nuestros sentidos, lo cual no implica que todos los fenómenos del universo se lleven a cabo dentro de los rangos sensibles al hombre. Un perro puede escuchar sonidos con frecuencias muy elevadas que el ser humano es incapaz de oír, y ello no quiere decir que el sonido que capta el animal sea inexistente, el sonido existe pero no tiene significado para nosotros. De manera similar se podría pensar que el tiempo existe porque notamos sus efectos, a pesar de que no podamos percibirlo.
La vida implica cierto ritmo; cuando el corazón deja de latir, el cuerpo muere; cuando los impulsos cerebrales se detienen, la mente muere; cuando dejamos de amar o de odiar, el alma muere.

La vida está hecha de recuerdos, si no tuviéramos memoria, cada instante sería como volver a nacer; y paradójicamente, si no olvidáramos, cada momento sería una eterna muerte. Tal vez el sentimiento de superioridad y poder, creado por el conocimiento, se deba a la relación del recuerdo y el olvido con la vida y la muerte, porque al recordar damos vida a las cosas, somos casi dioses en nuestras limitadas realidades.
Sin muerte no hay posibilidad de vida, y sin olvido el recuerdo carece de sentido; cada vez que olvidamos algo por completo sentimos que una parte de nuestra existencia ha desaparecido, como si jamás la hubiéramos vivido; por el contrario cuando evocamos un recuerdo y somos capaces de traer a nuestras mentes todos los detalles de aquel momento, experimentamos una extraña sensación, como si el tiempo hubiera regresado. Quizás el olvido sea un mecanismo de defensa en contra de la locura, o tal vez un ardid de la naturaleza para mantener el equilibrio en nuestras vidas.

Muchas culturas han considerado al círculo como la figura perfecta debido a que representa la igualdad y el equilibrio.
En términos formales: “Círculo es la figura plana circundada por una sola línea llamada periferia, respecto de la cual las rectas que sobre ella inciden desde un punto colocado en el interior de la figura son iguales entre sí. Tal punto se llama centro del círculo”.
Antiguamente se tenía la creencia de que la existencia era cíclica, es decir, que después de cierto tiempo el mundo se encontraría en las mismas condiciones en las cuales había estado un ciclo anterior.
Así el principio y el fin estarían en un mismo punto, si la vida y el tiempo se mueven alrededor de un círculo los acontecimientos sucedidos a lo largo de la periferia serían exactamente iguales en cada ciclo.
Existen muchas realidades las cuales dependen del punto de vista del observador. Olvidemos por un momento la periferia, y pensemos en el centro de la circunferencia como en una línea vista desde arriba; si cambiamos de posición veremos una línea en vez de un punto. A esta línea la llamaré eje de la evolución.
Ahora, olvidemos el centro y pensemos en la periferia como en un resorte visto desde la parte superior, de igual forma al cambiar de posición veremos una espiral. A esta figura la denominaré espiral del espacio-tiempo.
Cada punto en la espiral representa un instante de tiempo y un acontecimiento. El primer punto de la espiral es el nacimiento y el último la muerte.
Pensemos en planos perpendiculares a la línea de la evolución, los cuales cortan a la línea y a la espiral en un momento específico. Si observamos el corte desde arriba veríamos únicamente dos puntos, los cuales representan un momento en la evolución y un acontecimiento en el espacio-tiempo. A estos planos los llamaré planos del recuerdo.
Al sobreponer estos planos obtendremos nuevamente la línea de la evolución y la espiral del espacio-tiempo.
Finalmente baste decir que el primer punto de la evolución se encuentra en el mismo plano que el punto del nacimiento; y el punto de la muerte está en el mismo plano que el punto que representa el término de la evolución.
Carl Somárledi Dier

2 comentarios:

Anónimo dijo...

lo q escribiste es de un libro llamado la vida el tiempo y la muerte!!!

DavidF dijo...

Efectivamente, asi es...
Es un homenaje al falleciemiento de una persona cercana...
No se puede escribir mejor, lo que ya esta escrito..
Divulgacion...