miércoles, 30 de julio de 2008

Los destinos no destiñen


Hay que superar dificultades de todo tipo para llegar a la levedad que da el no-deseo; el no tener necesidades de ningún tipo, el no querer ser centro de ninguna diana, llegar a sentir en carne y “alma” que todo resbala como la lluvia por los cristales ... llegar a este punto cuesta 50 años de vida.

Llegar al punto kilométrico 0 en un cruce de caminos donde da lo mismo ir por cualquiera, saber que todos los caminos nos conducen a un pueblo habitado por muertos como el pueblo de Comala magistralmente relatado por Juan Rulfo en "Pedro Páramo", aunque personalmente pienso (a diferencia de Rulfo) que los muertos no tienen deseos y por eso mismo es la situación perfecta para “ser” y “estar”.

Se tardan 50 años de vida en darse cuenta de que los recuerdos, las ilusiones, los deseos, las “pequeñas cosas de la vida”, los “pequeños logros” no son mas que un mero entretenimiento, un pasatiempo en el que todos participamos, evitando escuchar ese ruido de fondo, ese murmullo, ese bisbiseo de velatorio...