miércoles, 1 de abril de 2009

LA NUEVA GENERACION DE PADRES DE FAMILIA


Cierta vez preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido, aquel que ella mas amaba.
Y ella, dejando entrever una sonrisa, respondió: "Nada es más voluble que un corazón de madre.
Y, como madre, le respondo:
El hijo dilecto, aquel a quien me dedico de cuerpo y alma...
Es mi hijo enfermo, hasta que sane.
El que partió, hasta que vuelva.
El que está cansado, hasta que descanse.
El que está con hambre, hasta que se alimente.
El que está con sed, hasta que beba.
El que está estudiando, hasta que aprenda.
El que está desnudo, hasta que se vista.
El que no trabaja, hasta que se emplée.
El que se enamora, hasta que se case.
El que se casa, hasta que conviva.
El que es padre, hasta que los críe.
El que prometió, hasta que cumpla.
El que debe, hasta que pague.
El que llora, hasta que calle.
Y ya con el semblante bien distante de aquella sonrisa, completó:
El que ya me dejó, hasta que lo reencuentre...


Somos de las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los mismos errores que pudieron haber cometido nuestros progenitores.
Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, ahora somos los más dedicados y comprensivos, pero a la vez los más débiles e inseguros que ha dado la historia.
Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más "igualados", beligerantes y poderosos que nunca existieron.
Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro. Así que, somos los últimos hijos regañados por los padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos.
Los últimos que le tuvimos miedo a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos.
Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos no nos respeten.
En la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para mal.
En efecto, antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres.

Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros hijos se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten.
Y son los hijos quienes ahora esperan el respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias, sus formas de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin.
Como quien dice, los roles se invirtieron, y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos, y no a la inversa, como en el pasado.
Esto explica el esfuerzo que hoy hacen tantos papás y mamás por ser los mejores amigos de sus hijos y parecerles "muy cool" a sus hijos.
Se ha dicho que los extremos se tocan, y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos.
Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van.

Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga.

Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.
Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo la sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros, ni destino.

4 comentarios:

loli dijo...

me veo reflejada en todo lo escrito, es dificil ser padre hoy en día,yo lucho por no ser un doble de mi madre, aunque los tiempos eran otros y otra manera de pensar, la de ella y la mia

Anónimo dijo...

Los hijos no necesitan padres impresionantes,sino seres humanos que hablen su lenguaje y sean capaces de penetrar en su corazón.

Jackie dijo...

Excelente esto David. No lo había leído hasta hoy. Y no sé, me veo reflejada aunque no del todo en estas palabras. Dado que mi padre murió cuando yo era muy chica y mi relación con mi mamá siempre fue muy sui géneris no me veo reflejada en esa generación de hijos temerosos de los padres... además creo que yo fui siempre un dolor de cabeza para mi mamá, en el sentido de que era muy muy rebelde y contestataria (más sólo eso, realmente fui una niña y chica muy tranquila, demasiaaaaaaado diría yo). Pero sí me veo reflejada en lo otro: es difícil hoy en día lidiar con los hijos. Pero creo que se puede llegar a un término medio... más sin embargo, yo aún no lo he encontrado :(

Realmente yo soy una mamá gallina tiranizada (en el buen sentido ) por mis polluelos. Por ellos, todo lo que soy, tengo y hago en la vida... y quien me conoce de verdad sabe que esto es absolutamente cierto

Anónimo dijo...

Hola querido amigo.
Hoy me ha dado por recorrer tu Blog, y decirte que hay algunos artículos muy buenos y preciosos, en ellos comparto tu opinión en otros no. Me voy a tomar la libertad de escribir o mejor dicho compartir comentarios al respecto de lo escrito por ti.
Es un tema bastante amplio para hablar sobre él, pero intentare no ser demasiado pesado. En el tema de padres estoy de acuerdo en mucho de lo que se habla hoy en día y además por estas tierras es algo que se lleva dentro. Aquí a los papás se les quiere siempre mucho pero hay una razón de hecho, es que ellos también quieren a sus hijos, no solo en la palabra querer sino en hechos.
Por estas tierras cuando un hijo deja de querer a un papá tiene que tener una razón grande para dejarlo de hacer, y así suele ocurrir, ya que es un echo que está muy mal visto por mucha gente tanto familia como amigos. En España creo que ocurre algo por el estilo.
Cuando un padre habla de que su hijo lo tiene abandonado o que no le quiere no solo habría que escuchar a dicho padre sino también a ese hijo que lo hace. A mi por lo menos me gusta escuchar siempre las dos partes y aún así no me suelo meter en esos temas ya que muchas veces no se sabe la razón a ciencia cierta de los motivos de una y otra parte para estar mal. Si un padre ha querido a su hijo, y no solo al hijo sino a su familia seguramente que ese hijo no dejará nunca de quererle.
Bueno no quiero aburrir con mi comentario, pero David tienes un blog por lo poco que he podido leer bastante interesante. Iré dejando comentarios si me los permites comentarios en tu blog, siempre y cuando tenga tiempo de leerte.
Gracias por dejarme escribir estas pequeñas letras, y desearte un buen día.
Roble