
Una hora y cuarto después de la cita, y mientras elucubrabamos sobre la vida, nuestras inquietudes y demás florituras, y mientras las cervezas iban haciendo el efecto esperado por un Carlos enamorado de la sidra, apareció con ojos brillantes sobre el miniescenario para arrancar coros de la centena de personas que nos encontrabamos allí. Y es que a todo tiene uno que estar preparado, y sin conocer mucho a Carlos, el Flaco de Turón, me convenció (sin grandes argumentos) para ir a ver tocar a este guerrillero de la canción. A camino entre Jesucristo y Che, vuela entre pasajes sordidos de la realidad con una facilidad pasmosa. Y para colmo, tiene un punto de sorna bastante aparente. Cinco minutos, no más, fueron el resultado del whisky y la cerveza. Un placer si señor.
3 comentarios:
Y me conocía¡¡¡¡¡
Qué gran noche, hermano, qué gran noche. A partir de ya te nombro compañero oficial de bolos varios, jeje
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